“Es
como si el volcán sufriera un daño estomacal”. Gloria Cortés, coordinadora del
Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, explica qué es lo que
está ocurriendo dentro del Nevado de Ruiz que desde hace 13 días presenta alta
actividad sísmica con un aumento en la concentración de gases y un ascenso en
el nivel del magma.
Las
cenizas y el olor a azufre concentrado ya alertan a los habitantes de
Chinchiná, Villamaría y Manizales en Caldas y a los municipios tolimenses de
Mariquita, Falán, Herveo, Murillo, Líbano, Palo Cabildo, Lérida,
Armero-Guayabal, Santa Isabel y Ambalema. El Ruiz, el mismo que en 1985 cubrió
de lodo a Armero (Tolima) desapareciéndolo del mapa junto a 25.000 de sus
habitantes, continúa inestable mientras expertos como Cortés asegura que su
erupción es imprevisible y que también existen grandes posibilidades de que sus
niveles se normalicen.
Aunque
entablar una conversación acerca de los volcanes parezca inusual, quizá la
mayoría de los 44 millones de habitantes del país no tengan presente que el 70%
de ellos vive a los alrededores de la Cordillera de los Andes desde la que
brotan cerca de 15 volcanes, de los más de 30 que le pertenecen al país. Lo que
significaría según Gonzalo Duque Escobar, especialista en geofísica y docente
de la Universidad Nacional, sede Manizales, que al alrededor del 20% de los
colombianos está sometido al riesgo por amenaza volcánica.
¿Pero
qué ha llevado a los habitantes a vivir a los pies de la amenazas? Duque
explica que los escenarios volcánicos están rodeados de suelos muy fértiles y
de ecosistemas proveedores de agua que pudieron atraer a los primeros
habitantes.
En
Colombia existen volcanes altamente explosivos como el Cerro Bravo y el Machín,
pero tanto el Galeras como el Nevado del Ruiz se han convertido en los más
amenazantes pues las comunidades que viven en sus faldas han sufrido las
consecuencias de sus erupciones. “La gente esta metida en el borde del volcán,
por eso sienten la amenaza encima”.
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